Tiempo fuera
Por Héctor Sánchez de la Madrid
¡Feliz Navidad
a todas y todos!

Diciembre, sobre todo los días previos a la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, particularmente la Nochebuena del 24, son días agridulces para mí en los que se conjugan sentimientos encontrados, de tristeza, por mis familiares y mis amigos que ya partieron, pero también de alegría, por quienes aún están con nosotros, además de ser el mes más festivo y colorido de todo el año.

Aunque la fecha es convencional, nadie sabe con exactitud cuándo nació el niño que al crecer cambiaría al mundo con unas cuantas reflexiones sobre la relación que deberíamos tener los seres humanos, especialmente la que sentencia “amaos los unos a los otros”. ¡Qué distinta sería la vida si cumpliéramos ese principio que el hijo de María y José predicó y cumplió en los escasos 33 años de existencia que tuvo!

Pocas, muy pocas personas siguen la palabra de un individuo bueno, justo y humilde, que a nadie le hizo un mal en su corta vida, que logró cimbrar a los poderosos de su época y nos dejó un legado que persiste hasta nuestros días, aunque es escasa la gente que lo cumple en sus actos cotidianos y más insuficiente aún son quienes ayudan a los enfermos y necesitados en las limitaciones infrahumanas que sobreviven.

Los supuestos seguidores de Jesús, convertidos por ellos mismos en autoridades, igualmente son mínimos los que practican la palabra y la vida humilde y austera del nazareno, los más se mueven en el boato ofensivo y son parte cómplice de los gobernantes, funcionarios y empresarios corruptos que tienen en el olvido a los pobres y los exprimen hasta donde pueden. Hay excepciones, es verdad, aunque son contadas.

A más de 2000 años de su muerte en la cruz, me sobran dedos de una mano para contar a los verdaderos cristianos que he conocido, fueran sacerdotes o seguidores. ¡Ah, pero eso sí!, cómo he observado a cuantos de ellos, a unos y otros que, en el colmo de la mentira y la hipocresía se dan golpes de pecho para presumir su creencia y vocación falsas cuando en realidad nada hacen ni practican a favor de los menesterosos.

La velocidad vertiginosa en la que vivimos, los avances tecnológicos ilimitados de las ciencias, han ido relegando a las religiones, específicamente a la católica y a las otras derivadas del cristianismo, haciendo que disminuyan notablemente sus feligreses y con ello la pérdida de las enseñanzas y las parábolas de Jesús que son, o deberían de ser, las bases de la civilización y la convivencia humana.

Cada vez se olvidan, se pierden más las palabras y el ejemplo de Jesús, que han sido suplantados por los ídolos de barro personificados por los dirigentes políticos y religiosos, los artistas de cine, de la música, de la literatura y el periodismo, que han conducido a la civilización a la mayor pérdida de valores humanos en su historia, desde que se desarrolló el homo sapiens después de millones de años.

El teléfono celular, las tabletas electrónicas, el internet, las redes sociales y la televisión (en menor escala), han envenenado a los seres humanos que dedican el mayor tiempo de su vida en usar esos aparatos y esas vías de comunicación casi siempre para temas banales aislándolos de la convivencia familiar y amistosa, de practicar, de aprender, de transmitir los principios aprendidos en casa, muchos de ellos cristianos.

Es imposible, lo entiendo perfectamente, separarse de la modernidad, de los avances que hemos tenido en los últimos 50 años, sobre todo quienes peinamos canas y algunos ya ni eso, sin embargo, podemos y debemos desprendernos la Nochebuena de esos maravillosos instrumentos electrónicos para dedicarles todo el tiempo a nuestras familias y amigos cuando estemos con ellos, no nos arrepentiremos, estoy seguro.

No es fácil olvidarnos de los problemas que nos aquejan, de las enfermedades y las limitaciones que sufrimos, pero demos gracias a Dios, a la naturaleza, que aquí seguimos con vida, acompañados de las personas que queremos y nos quieren, sean muchas o pocas no importa, además de que contamos con ellas. En una semana más será Navidad, preparémonos lo mejor posible para estar en armonía con quienes nos rodean.

Hemos sufrido en 2024, no hay lugar a dudas, sin embargo, reconozcamos también que pasamos ratos agradables y felices, que no todo ha sido negativo, así que hagamos un examen de conciencia para saber si en efecto nosotros hicimos lo mejor que debimos y pudimos este año. Si tenemos la conciencia tranquila podemos entonces pasar una Feliz Navidad con nuestros seres querido. Que así sea.