PARACAÍDAS
Por Rogelio Guedea
Colima: caos vial + pésimas calles
Le echamos la culpa a las lluvias, pero las lluvias son una bendición. Lo que no es una bendición son quienes pavimentan las calles en Colima y Villa de Álvarez, zona conurbada. Como saben, hay zonas intransitables, calles tan deterioradas que lo mejor a veces es regresar por donde uno vino: baches a diestra y siniestra. El alcalde Riult Rivera llegó con la firme intención de acabar con esto y se puso en pos de ello, pero todavía falta mucho. Hay socavones en los que ya crecen árboles o plantas. En la Villa se ha hecho poco al respecto, y urge trabajar no en tapar baches sino en poner nuevas cintas asfálticas, de buena calidad, para tener vialidades dignas e impedir que el próximo año y el siguiente del mismo tengamos lo de siempre. Hay ciudades de países en los que llueve todo el año y nunca ves un solo bache. ¿Por qué? Porque la lluvia, como dije, no es la culpable, los culpables son los que usan malos materiales para construir nuestras vialidades. Son una vergüenza, por decir lo menos. ¿Nos darán los encargados municipales del ramo alguna respuesta y alguna propuesta para mejorar definitivamente esto? Hay que enfatizar otra cosa: de unos años a esta parte el tráfico en Colima creció exponencialmente, muchísimos coches y motocicletas, y cada vez menos se aplican las reglas de tránsito, no hay nadie para detener altísimas velocidades (que arrebatan vidas), estacionamientos en doble fila, vueltas prohibidas en U, nadie respeta las señales de tránsito. Los motociclistas (la mayoría repartidores de comida) no sólo manejan a altas velocidades, también se escabullen entre coches dejando guardafangos reventados (como fue mi caso), retrovisores laterales rotos, defensas abolladas, etcétera, sin que haya autoridad que ponga orden tampoco en ello. Urge que los directores de Tránsito pongan manos a la obra. Vivimos un caos vial como nunca antes y si a esto agregamos el pésimo estado de las vialidades y el número creciente de transeúntes, los accidentes seguirán a orden del día, y las muertes también.
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Rogelio Guedea
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