En solfa
Por Héctor Sánchez de la Madrid

Lo dije infinidad de veces: el PRI tiene que cambiar sus prácticas políticas para limpiarse, para renovarse, para actualizarse a las políticas modernas que lo empezaron a dejar fuera desde 1989 cuando perdió por primera vez una gubernatura, la de Baja California. Once años después el presidente priista Ernesto Zedillo le entregó la banda presidencial al panista Vicente Fox y desde entonces el partido tricolor se ha ido en caída libre.

Culpar únicamente al presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, de la debacle ocurrida en las elecciones del 2 de junio sería injusto ya que los errores del otrora poderoso abanderamiento se venían dando desde los años 80, pero también se faltaría a la verdad si se eximiera al controvertido campechano de la estruendosa derrota sufrida por el PRI hace 38 días que apenas alcanzó menos de 6 millones de votos en los comicios presidenciales.

Nunca debieron los miembros del Consejo Político Nacional tricolor aprobar la extensión del periodo para el que Alito fue electo y terminaba en agosto de 2023, sin embargo, lo hicieron y con ello aseguraron que participara en la elección presidencial y afectara la campaña de la candidata de la coalición opositora, Xóchitl Gálvez Ruíz. Su pésima imagen fue un lastre que bastante influyó en los resultados electorales recientes.

Hubo un intento de bajarlo de la dirigencia nacional por parte de 12 expresidentes del partido en junio de 2022, comprometiéndose ante ellos a dejar su cargo en agosto de 2023, incumpliendo su palabra, como siempre, para alargar su mandato por un año más con el pretexto de dirigir los comicios de 2024 que fueron los peores en la historia de la antes aplanadora que se desplomó durante el periodo de Moreno Cárdenas.

Con esos resultados catastróficos, Alito en lugar de presentar su renuncia empezó a cabildear a los consejeros políticos de todo el país para convencerlos de reformar los estatutos con el objetivo de reelegirse hasta por dos periodos más, esto es, hasta 2032, con lo que sumaría 13 años en la presidencia del tricolor puesto que lleva ya 5 años sentado en el sillón principal de la presidencia del Consejo Directivo Nacional del PRI.

En el año 2000, cuando el partido tricolor perdió la presidencia de la República por primera vez, la dirigente nacional Dulce María Sauri Riancho tampoco presentó su renuncia de inmediato, la razón fue que el mandatario priista, Ernesto Zedillo, había facilitado el triunfo del candidato presidencial panista, Vicente Fox, para evitar que el exmandatario Carlos Salinas regresara por sus fueros en contra suya, por lo que la lideresa partidista carecía de poder partidario.

Ahora, la situación es diferente, en la presidencia de México se encuentra el dueño de Morena y el PRI solamente tiene dos gubernaturas, Durango y Coahuila, cayendo hasta el cuarto lugar de los partidos nacionales, por debajo de Morena, Partido Acción Nacional y Movimiento Ciudadano. Nadie del tricolor se encuentra arriba del político campechano, solamente el Consejo Político Nacional que maneja a su antojo.

Los exdirigentes del PRI y los militantes distinguidos de todo el país, se echaron a dormir la siesta y desperdiciaron la fuerza partidista que algún día tuvieron, en lugar de unirse y fortalecerse para convertirse en un poder al interior de su partido para vigilar lo que se estaba haciendo en él, para cuidar que no pasara lo que ya sucedió, que el ambicioso se adueñara del abanderamiento cual aprendiz adelantado de dictadorzuelo.

A última hora, al cuarto para las 12, poco más de 250 priistas inconformes del rumbo que le venía dando el dirigente nacional se pronunciaron en contra de la posible reelección de Alito y le señalaron los principales errores cometidos durante su presidencia. Piaron tarde, la cúpula partidista y la mayoría, si no la totalidad del Consejo Político Nacional, las tenía de su lado. Trabajó más en lograr su cometido personal que en ganar las elecciones recientes.

El golpe dado al PRI por su presidente nacional será impugnado ante el INE por tricolores de primer nivel que pedirán la anulación de las reformas hechas al vapor de los estatutos que los rigen. Una máxima de la ley es que las enmiendas a la Constitución y a las normas que de ella emanan no se aplican a la autoridad que las promueve, esto es, los cambios que Alito le hizo a los estatutos del partido que preside deberían de aplicarse a quien le suceda, no a él.

Dada la sumisión —es su naturaleza— de las y los priistas a sus dirigentes y autoridades, muchos estarán de acuerdo en los atropellos realizados al tricolor, no se dan cuenta de los intereses aviesos del repudiado campechano que sólo busca el beneficio propio, político y económico, no el de su partido y menos el de México que, de entrada, si lograra su propósito, perderá la coalición exitosa que habían logrado el PRI y el PAN.