En solfa
Por Héctor Sánchez de la Madrid

Ha sido una constante del presidente Andrés Manuel López Obrador durante su gobierno el uso de pretextos para echarle la culpa a sus antecesores —especialmente a Felipe Calderón Hinojosa— y desviar la culpa o la responsabilidad propias. No recuerdo una ocasión en que haya reconocido que él o alguno de sus colaboradores se equivocaron, siempre los errores de acción u omisión corresponden al pasado o a sus adversarios fantasmas.

A 11 meses exactos de entregar la presidencia de la República –si reconoce la derrota de su candidata el 2 de junio de 2024–, el régimen morenista va de tumbo en tumbo, cometiendo yerros políticos y administrativos, desapareciendo instituciones y artículos de la Constitución que apuntalaban aciertos y avances en distintos rubros, agrediendo a quienes representan y trabajan en el Poder Judicial, por citar sólo algunos ejemplos.

Hacer un recuento de sus equívocos requeriría decenas de columnas para señalarlos, por lo que solamente referiré algunos fundamentales como la afectación flagrante a nuestro sistema republicano al manipular descaradamente al Poder Legislativo que lo convirtió en una oficialía de partes, así como la andanada de insultos permanentes a las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para socavar al Poder Judicial.

Al mismo Poder Judicial, vía diputados y senadores, el presidente le quitó 13 de 14 fideicomisos con el propósito de golpear a las y los más altos jurisconsultos, pero en realidad afecta a 55 mil trabajadores al despojarles sus ahorros y sus conquistas laborales. Su manotazo autoritario le permitiría echarse encima de 15 mil millones de pesos para disponer de ellos con fines electorales, si la SCJN no anula la arbitrariedad presidencial.

Todavía estábamos inmiscuidos en ese enésimo conflicto fabricado innecesariamente por López Obrador y cuyo fin no ha terminado, cuando el huracán Otis, categoría 5, la más alta que se reconoce, asola a Acapulco la madrugada del miércoles 25 reciente, dejándolo hecho pedazos, aunque de pie por fortuna ya que los edificios no fueron dañados en sus estructuras. Aun así, tardará 5 años en recuperarse el importante centro turístico.

Es obvio que nada ni nadie puede detener la naturaleza, así que no podemos culpar ni responsabilizar al presidente del arribo del ciclón, sin embargo, el mandatario, quien presume ser la persona mejor informada en el país, sí estuvo enterado de la trayectoria del huracán Otis, categoría 5, ya que a las 20.25 horas del martes 24 envió un “atento aviso” por X informando que el fenómeno entraría por la Costa de Guerrero entre 4 y 6 de la mañana.

El Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) de Miami, EUA, expidió una alerta especial el martes 24 a las 6 de la tarde (hora nuestra) en la que pronosticaba que Otis sería un huracán de categoría 5 cuando arribara a la costa sur de México, esa noche o la madrugada del día siguiente, miércoles 25; a las 9 de la noche el reporte adelantaba “un escenario de pesadilla”. Cuando el presidente subió su tuit sabía el desastre que se acercaba.

La información que el NHC emite constantemente es consultada permanentemente por los científicos mexicanos del Sistema Meteorológico Nacional y reportada a las instancias superiores, esto es a la Presidencia de la República y la Secretaría de Gobernación, de tal forma que el presidente y la secretaria debieron estar enterados, por eso resulta inexplicable que no alertaran debidamente a la población de Acapulco y aledaña, ni tomaran medidas para proteger a la gente y mitigar los efectos del ciclón.

La negligencia del presidente López Obrador de no avisar del huracán ni tomar precauciones solamente es equiparable a la reacción equivocada que tuvo de irse por vía terrestre en lugar de aérea, subiéndose a un Jeep del Ejército que se atascó en el lodo a 20 metros de su partida, en lugar de tomar un helicóptero y trasladarse sin ningún problema a la zona del desastre. La imagen del mandatario en el vehículo inmovilizado es bastante preocupante.

Igualmente grave, aunque ya debemos acostumbrarnos, es su lentitud para reaccionar ante la golpiza que recibieron los acapulqueños y la centralización de la ayuda a los damnificados en manos de los militares, así como el enredo que hizo Andrés Manuel con el Fondo de Desastres Naturales al que desapareció en 2020 y en 2021 el Senado y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público aprobaron y oficializaron su extinción, sin embargo aún está vivo. Si no entendió, yo tampoco.

Su ineficiencia para mandar, administrar y tomar decisiones es contraria a su capacidad para injuriar, difamar y calumniar a quienes informan y analizan lo que sucede en la vida pública del país, a quienes les dedica más tiempo, trabajo y esfuerzo que a la problemática nacional cotidiana o emergente que tiene la obligación constitucional de enfrentar y resolver. Su pésimo desempeño frente al huracán Otis podría afectar a su candidata presidencial (Claudia Sheinbaum) y a su partido Morena en 2024, no sólo en Guerrero sino en la nación entera.