Esteban Cortés Rojas

=Vladimir no aprendió a ser gobierno =La faltó madurez y civilidad; ni a sus compañeros respetó =Jugó al todo por el todo y perdió = Los que no usan cubrebocas, responsables de muertes por Covid 

Nunca imaginó Vladimir Parra Barragán que llegaría a lo alto de la escala política y gubernamental.

El haber sido presidente de la Comisión de Gobierno Interno y Acuerdos Parlamentarios del Congreso del Estado, equivale a la titularidad de uno de los tres poderes del Estado, responsabilidad que requiere madurez política y civilidad, cosas que no tiene el legislador elegido por las siglas el PES, ente que ideológicamente es lo contrario al partido Morena en el que Vladimir tiene su auténtica militancia y del que incluso fue presidente estatal. Quizá eso lo desubica, pero no lo excusa de que se haya mostrado tan verde y falto de táctica en la lidia política, pues demostró no haber aprendido a ser gobierno y, ya teniéndolo, se condujo como intransigente opositor. Lo peor: ni con sus congéneres partidistas supo ser gobierno.

Chantajes, amenazas, gritos y sombrerazos fueron sus instrumentos para hacerse “respetar” e imponerse dentro de su bancada para lograr sus objetivos. Algunos lo toleraron pero otros se fueron retirando de su inflado liderazgo y terminaron por pulverizar la mayoría que tenían.

Parra decidió jugarse el todo por el todo en el conocido caso de la autorización de crédito que el Ejecutivo solicitaba al Congreso. Utilizó todos los recursos a su alcance como presidente de la Comisión de Gobierno Interno para impedirlo: los medios a su servicio -amenazados con publicarle todo o se les cancelaba el “convenio”-, emprendieron campañas contra los legisladores que no lo secundaban. A sus compañeros de bancada los obligó a un delito que el propio Carlos Farías Ramos (a la postre nuevo presidente de la CGI) calificó de coalición de servidores públicos, al secuestrar y tomar por asalto las instalaciones del Congreso, impidiendo el ingreso a los diputados que buscaban sesionar; generando así condiciones para sesionar en una sede alterna en donde al final se aprobó por unanimidad la mencionada solicitud de crédito.

A Vladimir no le importó el ridículo con tal de impedir que se aprobara el empréstito que, por cierto, aun desde antes de conocer la solicitud, ya se había opuesto. En su rabieta, llegó al colmo de provocar a un policía que reaccionó de acuerdo al protocolo y lo sometió, lo que de momento sirvió a Vladimir para hacerse la víctima y pedir que se anulara la sesión que se desarrolló en la el local de la FSTSE.

Parra sabía que de esa sesión dependía su permanencia en la Comisión de Gobierno Interno: si lograba impedir la sesión y malograr el crédito, quedaría como “héroe”; su permanencia estaría fortalecida y no habría poder humano que lo quitara del cargo. Pero sucedió todo lo contrario.

Perdió diputados que renunciaron a la fracción de Morena (Guillermo Toscano y María Isabel Martínez Flores), y otro al que sometieron a proceso de expulsión (Julio Anguiano Urbina), amén de que fue aprobada por unanimidad la solicitud de crédito. Y lo más doloroso: los mismos diputados -a los que había maltratado-, le quitaron la Comisión de Gobierno Interno para dárselo a Carlos César Farías que, en lo que lleva como presidente, ha dejado claro que lo suyo es el diálogo y la inclusión, algo muy alejado de la práctica que ejerció Vladimir Parra que en todo momento buscó imponer sus caprichos y dinamitar a las minorías que estaban representadas en el Poder Legislativo.

Penoso debut y despedida de Vladimir Parra. No llegó a enterarse que ya era gobierno.

MESÓN.- Desde que se declaró la pandemia del coronavirus, su alto riesgo de contagio generalizó el uso de cubrebocas y la sana distancia, entre otras medidas para intentar contenerlo. Algunas personas por ignorancia no creyeron en la existencia del coronavirus; otras dieron crédito a versiones fantasiosas de un complot para controlar la economía. Incluso líderes políticos se han resistido al aditamento más importante, el cubrebocas, como el presidente Trump, de EEUU; Bolsonaro, de Brasil o López, de México. López tuvo mítines en plena pandemia y, sin usar cubrebocas aconsejaba, entre burlas, los escapularios y “detentes” contra el coronavirus. Secundándolo, otros importantes funcionarios públicos nacionales también desdeñaron el cubrebocas y recomendaron menjurjes y otras medidas charlatanescas. Iban mil y pico muertos cuando López tuvo sus ridículos desplantes. Hoy van más de cuarenta mil y sigue en las mismas. ¿De cuántos muertos son responsables los líderes que han desdeñado el cubrebocas y a los que sus fans imitan?… ¡Arrieros somos!