Esteban Cortés Rojas
=Las giras presidenciales ya no son lúdicas =Ya no echan bronca a los gobernadores y hasta trabajan =Las “mañaneras”: todos coludos o todos rabones
Las vistas presidenciales ya no son tan divertidas como antes; en cambio, se han vuelto productivas y hasta ilustrativas. De eso a lo aburrido, media un paso. Me refiero a las visitas de este sexenio, las del presidente López. Las primeras visitas presidenciales eran dignas de verse y disfrutarse: llegaba el presidente a un escenario con un público (su público) predispuesto a echarle bronca al anfitrión siempre que fuese de un partido político diferente al suyo. El pobre anfitrión (el gobernador), tenía que tragar camote, aguantar burlas, habladas, mentadas y toda suerte de ataques verbales -incluso algunas veces parecía que faltaba poco a nada para que se le echaran encima a los mamporrazos-, sin chance de revirar porque la turba morenista no le dejaba hablar. Así fue en donde gobernaban sus “enemigos”; y fue así porque el presidente así lo quería -y lo permitía, pues no se sabe que alguna vez haya reconvenido a sus broncos partidarios-, y lo disfrutaba con sonrisas de a dosientos (de sien a sien) cuando no a carcajadas abierta para mayor burla. Pero el presidente subestimó a los gobernadores, creyendo que siempre sería así: llegar, armar bulla y retirarse sin respuesta gozando de impunidad. No tardaron los mandatarios estatales en pararle su macho y poner las cosas en su lugar. Para no decir más, hasta le formaron una alianza federalista con ánimos separatistas. Y ¡tan tan! a las muy lúdicas visitas presidenciales.
Una lástima. Con lo falto que está el país, ahora con el Covid, de cosas divertidas.
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Andrés Manuel López Obrador vino a Colima el fin de semana más reciente, concretamente a Tecomán y Manzanillo, visita que se desarrolló en el nuevo contexto de respeto, buenos propósitos y ánimo de trabajo productivo de los gobiernos federal, estatal y municipal, concretizando obras y acciones que resultan necesarias para la comunidad colimense. Y es que, como se entiende, aunque pueda haber diferencias ideológicas y en la implementación de políticas públicas, siempre es sano que haya una coordinación institucional cuando se trata del bien común que debe estar por encima de cuestiones de cualquier índole.
En Manzanillo, el gobernador Peralta le dirigió al presidente López un mensaje en el sentido de que tiene el respaldo del gobierno estatal en estos grandes propósitos en beneficio de la población colimense y de México. Minutos antes, el presidente de la República había acudido a las instalaciones de la Administradora Portuaria Integral para hacer algunos anuncios, como fue la estrategia de enviar a representantes de la milicia para hacerse cargo de la cuestión portuaria en el entendido de que se hace así por cuestiones de seguridad nacional, porque en tiempos pasados –y todavía, dijo el otro-, los puertos eran -son- utilizados por la delincuencia organizada para introducir drogas y toda suerte de contrabando.
Fue así que se logró lo insospechado, lo impensable, lo inédito, lo inaudito… el milagro, pues: los tres órdenes de gobierno que encabezan el presidente Andrés Manuel López Obrador, el gobernador Ignacio Peralta y la alcaldesa Griselda Martínez, se habrán de coordinar en el trabajo de un proyecto integral para mejorar la vialidad en el área urbana del puerto de Manzanillo así como otras obras que beneficiarán al municipio, lo que es de esperar ocurra pronto y no se quede en el dicho.
Esto es apenas lo justo para compensar en algo siquiera por la afectación que sufre la población manzanillense con la intensa actividad portuaria que le genera a la federación miles de millones de pesos.
No todo tiene que ser pleito y reyerta. Calmados los ánimos se puede lograr el bien común. Ese es el fruto del acuerdo del pasado fin de semana en Manzanillo tras la sosegada visita del presidente de la República.
Siendo así, que López Obrador venga a Colima cuantas veces quiera.
MESON.- Hay una alegata sobre si es correcta la disposición del INE para que las “mañaneras” del presidente de la República se dejen de difundir los dos meses previos a la jornada electoral. El presidente alega que no se le puede “censurar”, pero él exigió a Fox -con el famoso “cállate chachalaca”-, que se abstuviera. Las “mañaneras” no son un acto de información, son una verdulería en la que el presidente se da vuelo contra periodistas, empresarios y todo lo que considera “enemigo” de su administración. No hay tal censura. Pero si insiste en defender sus “mañaneras”, el INE tendría que considerar la misma prerrogativa a gobernadores, senadores, diputados y alcaldes. Todos coludos o todos rabones… ¡Arrieros somos!