Esteban Cortés Rojas

{} Lo que quiere decir Indira {} Esquizofrenia social {} Margarita ¿alcanzará a Federico? {} Gisela extraña el escritorio

Al usar en su propaganda política la palabra “nuestra”, en vez de nuestro, para referirse al estado de Colima, intentado hacerla pasar como error ortográfico, supongo que lo que Indira Vizcaíno realmente nos está diciendo es que somos (o que lo seremos, si es que se cumplen sus aviesas intenciones de ser gobernadora), un estado LGBTIQ+, siglas que corresponden a lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual, queer (palabra del inglés que refiere todo lo demás en el contexto de las definiciones más raras en materia de género), mientras que el signo + incluye a todos los entes o colectivos no representados en esas siglas.

Pero no es error ortográfico; si lo fuera, ya lo hubiese corregido y se habría disculpado. Más bien es un velado adelanto de lo que sería el estado si llegara a ser gobernado por Indira, recordando lo que hizo en Cuauhtémoc como alcaldesa: un festín de bodas entre individuos e “individuas” del mismo género, en el kiosko de la plaza principal incluso, independientemente de que entre sus colaboradores abundaron las personas de las mismas tendencias. No es que tengamos predisposición con las personas de preferencia sexual diversa, sino que estamos previniendo la ocurrencia de otro festín de quien, entre sus prioridades y sus fijaciones mentales, tiene preferencia por ese tipo de cuestiones y les da prioridad como si fuesen una necesidad.

A propósito, esto encontré en las redes sociales bajo el título de Esquizofrenia Social:

“Vivimos en una época donde la mayoría no quieren casarse, quieren que los casados se divorcien.

“Encontrar el amor de tu vida cada tres meses es admirable, cumplir bodas de plata es considerado la estupidez más grande de tu vida.

“Una madre presta más atención a su celular que al crecimiento social y educativo de su hijo.

“Quieren que los heterosexuales tengan relaciones sin compromiso, pero que los gays se casen en la iglesia.

“Que las mujeres se vistan como hombres y asuman papeles masculinos y que los hombres se conviertan en “frágiles” como mujeres.

“Un niño con sólo cinco o seis años de vida tiene derecho a decidir si vive con su padre o madre o con quién decida el juez familiar por el resto de su vida, pero un menor de dieciocho años no puede responder por sus crímenes.

“No hay plazas para los pacientes en los hospitales, pero hay incentivos y patrocinio para quien quiere hacer cambio de sexo.

“Hay un acompañamiento sicológico para corregir a los hijos, cuando la disciplina familiar es perseguida por la ley para preservar los valores familiares.

“Estar a favor de la familia y la fe en Dios es dictadura, pero orinar en la puerta de una capilla o quemar biblias es libertad de expresión.

“Ser delincuente es un privilegio para las actuales leyes, mientras un ciudadano que protege su vida y sus bienes es castigado por la «justicia».

“Trabajar honradamente es sinónimo de estupidez y debilidad, mientras robar impunemente como representante de los ciudadanos es aplaudido y ovacionado.

“Se piden baños mixtos donde pueden suceder todo tipo de abusos sexuales.

“Si no es el fin de los tiempos, debe ser el ensayo”.

 

MESON.- Según algunos observadores, por la alcaldía de Colima hay dos punteros: Margarita Moreno y Federico Rangel, candidatos de Va por Colima (PRI-PAN-PRD) y Movimiento Ciudadano, respectivamente. Ella, dicen, sube en las encuestas con una campaña fresca, propositiva, sin broncas con sus contrincantes. Pareciera –creen sus apologistas-, que su paso por el Voluntariado del DIF le permitió conocer problemas y necesidades populares. En tanto, Rangel tiene la fortaleza de su paso por la alcaldía y los liderazgos del PRI y SNTE-39. Aun así, Margarita le pisa la talonera.

Gisela Méndez, candidata de Morena, es la que no conecta con la gente. Acostumbrada a estar detrás de un escritorio y que nadie la increpe, se volvió réplica del rey lopitos, como Indira. Ahora que recorre calles a golpe de talón, se entera que no todos piensan igual ni hablan su mismo idioma; enfrenta reclamos por los errores del partido del gobierno del que es candidata y ante reclamos airados de una señora de colonia popular, no puede denunciar acoso ni violencia política de género. Gisela debe estar arrepentida de abandonar la comodidad de asesorar a políticos desde una oficina con aire acondicionado, por irse a gastar suela y encontrar a gente que no es de su misma clase social y que protesta por la forma de gobernar de Morena con todos los programas desaparecidos como el de medicamentos para niños con cáncer y la falta de respeto a mujeres, a las que no quiere y considera sus enemigas por protestar, etc.

¡Arrieros somos!