En solfa
Por Héctor Sánchez de la Madrid

Xóchitl Gálvez Ruiz es la mejor candidata que podían escoger las fuerzas opositoras para contender por la presidencia de la República —gracias al desacato del mandatario Andrés Manuel López Obrador—, quien les está dando una fuerte pelea y puede ganarles al propio tabasqueño, a su gobierno, a su partido (Morena) y a la candidata del continuismo de la peor administración federal de nuestra historia.

Dotada de características y virtudes que escasean en el ámbito partidista, como la honestidad, veracidad, claridad, sencillez y buen humor, Xóchitl no milita en partido alguno, su puesto en el régimen presidencial de Vicente Fox Quesada, la candidatura a la gubernatura de su natal Hidalgo y los cargos electorales que ha ganado fueron con el PAN, aunque nunca se afilió al partido blanquiazul.

En la primera postulación Gálvez tenía que registrarse en un abanderamiento, de lo contrario no habría podido contender, en las otras ocasiones pudo participar como independiente pues ya se había abierto ese camino, sin embargo, no lo hizo quizás por agradecimiento al instituto que la apoyó al inicio de su carrera administrativa y electoral, manteniéndose apartidista como la mayoría de mexicanos, como usted y yo.

Su inclusión en el proceso del Frente Amplio por México, integrado por el PAN, PRI y PRD, para elegir a quien los representaría en la contienda por la presidencia de la República, lo hizo como ciudadana, no como militante de algún partido político, para lo cual presentó un millón de firmas de simpatizantes que la respaldaban, ganando de calle la nominación a Beatriz Paredes Rangel quien quedó en segundo lugar.

En la precampaña Xóchitl cometió algunos deslices precisamente por criticar el pasado y presente de prominentes figuras políticas y partidarias, así como a los procedimientos viciados que han practicado los abanderamientos que la apoyan, mismos que rechaza y repudia por su falta del espíritu justo y democrático que ella practica y propone. Por civilidad política tuvo que echar reversa y ofrecer disculpas, pero tenía razón en sus señalamientos.

Gálvez se mueve en los encuentros ciudadanos y las entrevistas con los medios de comunicación como pez en el agua, no así cuando se dirige a los abanderamientos y a sus militantes donde enseña su falta de conocimientos y experiencia partidistas. De hecho, al principio de su relación con los tres institutos políticos cometió su más grande falla al aceptar que no se metería en la nominación de los candidatos de la alianza a los distintos cargos de elección.

Llevar el peso de la candidatura presidencial de la oposición es difícil, más aún si la misma representa a dos abanderamientos (PRI y PAN) que se pelearon durante 82 años (de 1939 hasta 2021) y por la cruda realidad decidieron unirse con el diezmado PRD (algunos votos de la izquierda les puede aportar) para enfrentar a una coalición (Morena, PVEM y PT) igualmente incongruente y disímbola. Sendas alianzas son por conveniencia.

Craso error cometió al renunciar al proceso de selección de los aspirantes a las gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y locales, alcaldías y regidurías, pues todas y cada una de esas postulaciones vendrán a ayudarla o a perjudicarla en la contienda por la presidencia de la República. Dejarles las candidaturas a los dirigentes federal, estatales y municipales fue como poner la Iglesia en manos de Lutero.

El caso de la postulación a la alcaldía de la capital de Colima confirma que su decisión fue errónea, ya que si no hubiera renunciado a participar en la nominación de las y los aspirantes podría haber solucionado el conflicto suscitado entre el PRI y el PAN, que nace de un mal arreglo entre ellos hace tres años cuando decidieron darle la candidatura al tricolor y un trienio después al blanquiazul, sin tomar en cuenta cual sería la realidad en ese momento.

Fue el PAN local quien no entendió la situación actual ni cedió un ápice para modificar el acuerdo, como tampoco los directivos federal y estatal del PRI encontraron el camino para que la alcaldesa Margarita Moreno González pudiera contender por la reelección y Riult Rivera Gutiérrez buscara competir otra vez como diputado federal o buscar una senaduría. El PAN nombró en 2015 candidato a la presidencia capitalina a Héctor Insúa García y se comprometió con Riult para que en 2018 fuera postulado a ese cargo, sin embargo, ese año volvió a apoyar a Insúa porque estaba mejor evaluado. Lo mismo sucedió en 2021 y debió repetirse en 2024.

La renuncia de Margarita a la alianza PRI/PAN se veía venir desde hace varios meses, aquí mismo lo anticipé, considero que no se sintió a gusto en los partidos que la cobijaron y la llevaron al único cargo de elección que ha ocupado en su vida y por eso empezó a buscar contactos en Movimiento Ciudadano para cambiar de color, está claro que el naranja es su favorito. La violencia política de género que acusa haber recibido tiene que fundamentarla y dar el o los nombres de quienes supuestamente la cometieron. No me agradó lo que Margarita hizo en los últimos meses, si le molestaba el trato que recibía del PRI y el PAN debió manifestarlo al interior y si todo seguía igual entonces hacerlo público, pero no hacer a un lado a unos y otros acercándose a emecistas nacionales y locales. La forma que empleó para salirse de los partidos que la apoyaron menos me satisfizo.