En solfa
Por Héctor Sánchez de la Madrid

Durante los 5 años y 27 días que tiene el mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador, el autócrata tabasqueño ha gobernado como ha querido, no como lo ordena la Constitución que nos rige ni tampoco como Dios manda, menos cómo se lo ha pedido u ordenado el pueblo bueno (nango le decimos en Colima), pues a nadie ha escuchado ni obedecido, ha hecho lo que se le ha pegado la gana, en pocas palabras.

Es falso que las obras insignia se las hayan pedido las y los mexicanos, miente cuando así lo asegura a los cuatro vientos, nadie le solicitó el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería de Dos Bocas y los trenes Maya e Interoceánico, por citar las más emblemáticas de su gobierno. Las hizo, bueno, sólo la primera está concluida, las otras aún no las termina y es probable que la última no la finalice en su periodo.

Para ello, el presidente incumplió los trámites legales que licitan los trabajos públicos; los costos presentados los incrementó tres o cuatro veces más de lo presupuestado; mintió cuando dijo que no tumbaría ni un árbol en la zona protegida de la región maya violando flagrantemente las leyes ecológicas; trató de ocultar la ilegalidad y el despilfarro al declararlas como seguridad nacional, todo eso y más lo hizo de un jalón.

Gran parte de lo anterior sucedió en la pandemia del Covid 19 que el mandatario tomó a chunga y en consecuencia tampoco lo hizo el “responsable” de dirigir la campaña de vacunación. También suspendieron los medicamentos para los niños y las mujeres con cáncer. Una senadora de Morena dijo que la solución “no es construir hospitales para atenderlos (a los niños enfermos) o comprarles medicinas, la solución es que no se enfermen de cáncer”.

López Obrador cerró las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo, al igual que clausuró oficinas e instituciones públicas que ofrecían programas y servicios a la sociedad civil y vigilaban el gasto del erario con la aprobación abyecta de las bancadas de senadores y diputados federales de Morena y fauna de acompañamiento. Odia y le dan pavor las dependencias federales encargadas de transparentar el manejo del dinero público.

A las secretarías federales y organismos descentralizados, a los estados y municipios, Andrés Manuel les retiene sus presupuestos aprobados por el Congreso de la Unión para poder llevar a cabo sus obsesiones faraónicas, sin que el pueblo bueno tenga algo que ver ni le pidió esas obras que financieramente están quebradas aun antes de que las terminen y empiecen a funcionar. El presidente lo declaró hace meses en relación a su trenecito maya.

El gobierno lopezobradorista no tuvo recursos económicos para las vacunas contra el Covid 19, los tratamientos para los niños y mujeres con cáncer, para las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo, entre muchos otros programas que ha pichicateado o cancelado, pero sí para despilfarrar el erario en obras que nadie pidió y que las más son o van a ser un fracaso, todo por su complejo de mesías disfrazado de demócrata cuando en realidad es un autócrata.

El manejo de la seguridad pública del mandatario federal es otro de sus crímenes, comenzando con su frase de “abrazos, no balazos” dirigida a los miembros del crimen organizado, a quienes les ha permitido golpear, desarmar y humillar a nuestras antes respetadas y gloriosas fuerzas armadas. Además de que tiene de brazos cruzados a soldados y marinos, sin cumplir sus funciones constitucionales, ha corrompido a los altos mandos dándoles dinero a manos llenas y labores que no les competen.

Cuán equivocados están quienes creen que el mandatario nacido en Tepetitán ha gobernado con ocurrencias, puesto que él todo lo tiene planeado en su cabeza, sabe exactamente a dónde se dirige y qué es lo que quiere, sin importarle un comino la Constitución, las leyes, las tradiciones y las costumbres, menos el qué dirán sus opositores chicos o grandes, pertenecientes a la sociedad civil o a la élite intelectual integrada por periodistas y escritores. A nadie le ha hacho caso… ni le hará.

En los cinco años y 27 días que dura su administración, López Obrador ha demolido las bases legales y políticas para instaurar su propio sistema basado en lo que él quiera y decida sin que las fuerzas opositoras se hayan unido de a deveras y consolidado para construir un frente vigoroso en todo el país que pudiera contrarrestar y equilibrar su gran poderío extendido en la nación entera que le funciona y va a utilizar el año próximo.

Mal termina 2023 por los argumentos expuestos y bastante peor podría concluir 2024 por la destrucción del sistema político y legal que teníamos, el cual adolecía de muchos y grandes defectos, pero funcionaba por los frenos y contrapesos que había, lo cual no ocurrirá si Morena obtiene en los comicios del 2 de junio próximo la mayoría calificada en las Camaras de Senadores y Diputados y acaba de implantar su doctrina fundamentalista. Para allá vamos si las y los ciudadanos que amamos a México no hacemos el papel que nos corresponde. ¿Feliz Año 2024? ¡Ojalá que así sea!