Tiempo fuera
Por Héctor Sánchez de la Madrid

Navidad no es solamente el 25 de diciembre, sino varios días antes de esa fecha en los que respiramos un aire especial relacionado con la conmemoración del nacimiento del niño que dio origen a la era en que estamos, al cristianismo en sus diversas religiones y sectas, así como a la arraigada costumbre en el mundo cristiano de reunirse a cenar la noche del 24 para celebrar con familiares y amigos.

Esa atmósfera hermosa que se vive en las dos semanas previas a la Nochebuena y al día siguiente Navidad, tiene un sabor agridulce para muchos, a pesar de la luminosidad y colorido con los que se visten las casas, los edificios, las plazas, los comercios y las calles que se cubren con luces y adornos que hacen ver más bonita la ciudad y el entorno en el que todos nos movemos.

Expuesta la parte vistosa y festiva de la época que estamos viviendo en estos días y llegará a su culminación el domingo próximo, también tiene su lado triste que nos aflora cada año en estos días por la ausencia de los seres queridos que ya no volverán a estar con nosotros, lo que nos provoca un sentimiento profundo de nostalgia que nos brota de forma natural y que es imposible evitar.

En estas semanas se nos vienen a nuestra memoria las condiciones paupérrimas en las que nació ese niño en un pesebre de Belén y recordamos de igual forma su vida corta en la que siempre hizo el bien a los demás y a nadie trató mal, que su prédica de amor, de humildad, de honestidad y de justicia las llevó a la práctica, que nunca engañó ni mintió, sin embargo, terminó su martirio en una cruz.

La vida, obra y muerte de ese hombre bueno y sabio que nació y vivió hace más de dos mil años en el planeta que habitamos provoca entre algunos seres humanos un sentimiento de culpa, quizás inconsciente en la mayoría, por haberle quitado la existencia, no nosotros desde luego, pero sí gente igual que lo juzgó y condenó injustamente, sin que nadie saliera en su defensa e hiciera algo para salvarlo.

El mejor ejemplo de la condición humana es Jesús de Nazaret, quien después de dedicar su vida a ayudar a los necesitados y a difundir su palabra de amor y paz, de justicia e igualdad entre sus congéneres, sin embargo, cuando vio a los mercaderes comerciar en el Templo, volcó las mesas y los corrió por su falta de respeto a la casa de Dios, lo que infundió miedo al consejo de rabinos (Sanedrín) que lo denunció como subversivo y fue detenido.

El prefecto romano, Poncio Pilato, lo sometió a juicio ante el propio Sanedrín como agitador de masas, no como falso profeta, ya que a los primeros se les crucificaba y a los segundos se les lapidaba. Fue entonces que Pilato se lavó las manos y le propuso al consejo de rabinos que escogiera entre Barrabás (un rebelde y homicida) y Jesús para que a alguno de los dos se le crucificara y decidieron que fuera el Nazareno.

Este hecho verdadero, sucedió en Judea, hoy Israel, hace dos mil años, originando el cristianismo en sus distintas religiones, la más importante el catolicismo que tiene como sede El Vaticano, en Roma, de donde provenía el Prefecto que dirigió el juicio a Jesús y permitió que el Sanedrín lo sentenciara a muerte, lavándose las manos como una señal de que nada había tenido que ver con el injusto y mortal castigo.

Aunque lo anterior está relacionado con el tema principal, regreso al mismo que es la celebración del natalicio de Jesús el inminente 25 de diciembre, que inicia con la cena del 24 en la que 1,300 millones de católicos estarían reunidos con sus familias y amigos en la tradicional cena de Nochebuena. El total de cristianos que festejan este acontecimiento es de 2,400 millones, a diversas horas por el lugar donde se encuentran.

A pesar de que transcurrieron dos mil años de aquella barbarie, autoritaria e injusta, en la que se castigó con la muerte a un hombre joven que en sus 33 años de vida practicó el bien y a nadie le hizo daño. Su palabra, convertida en doctrinas religiosas, de acuerdo a sus respectivas interpretaciones que le han hecho, poco, muy poco ha sido seguida y llevado a cabo por los representantes y creyentes católicos y cristianos.

El corto paso, que no efímero, de Jesús en el mundo, nos dejó enseñanzas de amor, de paz, de justicia, de igualdad, de honestidad y de humildad, que debemos de tratar de seguir, si no al pie de la letra, ya que somos simples mortales, sí llevar a la práctica un poco de todos y cada uno de esos sentimientos, valores, principios, derechos y cualidades que nos pueden hacer mejores personas en la familia, la sociedad civil y la función pública. Les deseo a quienes me leen una Feliz Navidad el próximo domingo 25 de diciembre.