Fernando Castillo*

 

Una persona me denunció hoy vía redes sociales que se dedicó un día entero a contabilizar las personas que respetaban las medidas sanitarias en el Centro Histórico de la ciudad. El resultado es lamentable: la mayoría de las personas [quienes atienden  los negocios y los mismos clientes] pasaban por alto cosas básicas como el uso de cubrebocas y gel antibacterial.

A diferencia de otras pandemias, que han impactado a la humanidad, esta vez la sociedad vive hiperconectada: Tiene la posibilidad de informarse, estudiar, trabajar y comprar a distancia. Sin embargo, esto parece no ser suficiente.

La respuesta del Gobiernos municipal fue clara: apostar a la conciencia colectiva. Los funcionarios llaman a la sociedad a “transitar, asistir y realizar actividades esenciales bajo todas las medidas sanitarias posibles”. Pero, ¿la sociedad está acatando esta indicación?

Cuando hablamos de conciencia social [también llamada conciencia colectiva] nos inmiscuimos en cuestiones filosóficas y es más que obligatorio hacer referencia a la visión estructuralista de Marx; sus aportes han ejercido gran influencia en las teorías morales.

Entonces, ¿Podemos dejar en manos de la sociedad la responsabilidad de cuidarse a sí misma? Hay que recordar que estamos frente a personas que se rehúsan a creer categóricamente la existencia del covid-19 y que sólo es una inversión del Gobierno para mantenerlos a raya; que necesitan ver el hacinamiento de cadáveres en los hospitales para creer en el virus y sus efectos letales. Con esta premisa, ¿podemos apelar a la conciencia y juicio de los ciudadanos?, ¿los gobernantes que nos representan están eludiendo su responsabilidad, dejando nuestra salud en nuestras manos? La respuesta fluctúa entre la delgada línea de la responsabilidad conjunta Gobierno-Sociedad.

Es más que obvio que el coronavirus se está propagando gracias a la falta de conciencia social de ambos lados: empresarios y consumidores. Por ejemplo: ¿un negocio como los gimnasios es esencial o no? La respuesta dependerá de a quién se le cuestione: aquel que no se ejercita se mostrará indiferente y quien lo hace todos los días lo verá como algo esencial.

Es inevitable hablar de la conciencia social sin mencionar las clases sociales; por un lado existe una clase social que es económicamente solvente para sortear las restricciones de una pandemia y por otro una clase social poco solvente que necesita seguir trabajando para generar ingresos para sortear los efectos, a expectativas de infectarse.

Entonces, cada clase tendrá los mismos intereses según pertenezcan a una clase u otra: La burguesía y el proletariado. Sin embargo, las enfermedades y su propagación no respetan clases sociales pues, tanto una como otra dependen de si para sobrevivir: el obrero que vende su fuerza de trabajo al burgués para sobrevivir, y el burgués que le ofrece un salario al proletariado para sobrevivir.

Pero, ¿a qué viene todo esto? Desde que se relajó la cuarentena hay más niños y personas en las calles, más reuniones familiares y poca gente usando cubrebocas. Incluso hay personas que se sienten engañadas al decir que estuvieron “encerrados por nada”. Al parecer, necesitan padecer en carne propia un suceso para darse cuenta que esto es real y que hay que tienen que extremar cuidados.

 

Y ¿cuál ha sido la premisa del Gobierno Federal desde que comenzaron los contagios en México?  “La clase burguesa esparció el virus en el país tras sus viajes al extranjero”; “los empresarios y sus múltiples negocios en el extranjero trajeron el virus al país”; “la burguesía y sus fiestas sin medidas sanitarias causaron una mayor propagación”.

 

¿Están en lo cierto? Lo dudo realmente. Esto es responsabilidad de todos los sectores de la población sin distingos sociales. Y sí, tal vez hay que ser un poco más egoísta para sobrevivir a este suceso sin precedentes en la historia de la humanidad. Hablamos de una pandemia en una sociedad hiperconectada que decide pasar por alto las constantes llamadas de atención y recomendaciones reales que reciben por todos los medios digitales y de comunicación.

 

Estamos viviendo momentos decisivos de la humanidad. La crisis sanitaria ha cambiado todo nuestro entorno: impactó tanto social como económicamente nuestra vida y, sin duda, estamos padeciendo las consecuencias.

Esta crisis no solo nos ha demostrado que la tecnología en nuestras manos está cambiando permanentemente la economía y nuestra vida. Si tenemos la posibilidad de realizar a distancia aspectos como la educación, la atención médica y el trabajo, no nos flexibilicemos en acciones como las reuniones y actividades colectivas públicas.

 

Si tenemos la distribución de entretenimiento en línea, evitemos ir al cine y  conciertos presenciales; estamos avanzando en la descentralización de la población, tenemos el creciente Gobierno Electrónico y sus ventanillas virtuales; se desplegó una cantidad de trabajos, la educación y la salud a distancia [impensable antes], aprovechemos la pauta para demostrar que podemos trabajar desde casa, y por último avanzó velozmente la deslocalización de suministros, fábricas con procesos digitales y que apuestas por la producción automatizada operada a distancia por los seres humanos.

 

*Fernando Castillo es licenciado en Lingüística y productor de noticias de ZER Informativo Colima. Envíale tus comentarios a fernando_castillo@ucol.mx.