Por Héctor Sánchez de la Madrid
A unos cuantos días de cumplir 9 meses el mandato de Indira Vizcaíno Silva se generó una información que le pegó en la línea de flotación a quien prometió y presumió en campaña, también como Gobernadora, de que haría una administración austera y que a ella no la movía el dinero, como se lo dijo a Fernando del Collado, en Tragaluz, en septiembre pasado; véanlo en YouTube, se los recomiendo.
Todo nace cuando el secretario del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado, Martín Flores Castañeda, da a conocer una lista del aumento salarial de la Mandataria y 24 de sus colaboradores de primer nivel, a partir del 16 de abril, del 25 al 60 por ciento, a lo que el subsecretario de Administración, Víctor Torrero Enríquez, teniendo enfrente a la Mandataria, reconoció como un “ajuste justo”.
Torrero Enríquez recurrió a aquella táctica del amante de lo ajeno que después de cometer un robo empieza a correr gritando “al ladrón, agarren al ladrón”, para desconcertar a quienes lo escuchaban y volteaban para todos lados buscándolo, mientras él se escapaba del lugar a toda velocidad; él hizo exactamente lo mismo al referirse a los emolumentos del Rector de la Universidad de Colima y los diputados locales.
Todo esto se dio mientras se suscitaba una medición de fuerzas entre la gobernadora Vizcaíno Silva con el secretario del STSGE, Flores Castañeda, a quienes les ofrecía un ridículo 3 por ciento de aumento. La revelación de la lista de sueldos oficiales de la Mandataria y sus funcionarios cercanos corrió como reguero de pólvora en la entidad, dejando a la gobernante y su administración en entredicho.
La gira a nuestro estado de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, se realizaría en unos cuantos días, lo que metió más presión al caso que, a punto de explotar, se le dio la salida inteligente de dar marcha atrás, de reconocer el error y anular el aumento injusto, “luego de escuchar la voz del pueblo”, declaró Indira, el mismo pueblo al que no le preguntó si podía subir las remuneraciones.
Desde luego que la Mandataria cometió una gran equivocación al incrementar su salario y los de sus colaboradores principales, que la colocó por debajo del nivel del gobernador José Ignacio Peralta Sánchez, quien al inicio de su administración bajó su paga y nunca la subió, además de que ella incumplió su palabra empeñada durante su campaña por la gubernatura y posteriormente en entrevistas de radio, prensa y televisión.
Seguramente alguna o alguno de sus colaboradores le sugirió a la Gobernadora el aumento en mención, sin considerar la situación crítica que tiene el Gobierno del Estado y la entidad en general, así como la negociación política y económica que está en curso con el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado. A ella o él, más probablemente él, debería de ponerlo de patitas en la calle en el corto tiempo.
Una lectura más es que Vizcaíno Silva no debe dejar en manos de sus funcionarios asuntos que a ella le competen, como fue el motín en el Cereso en enero pasado, que tuvo que salir al quite, muy mal, el subsecretario de Seguridad, para explicar lo sucedido; luego, nombrar a un vocero para que informe sobre la seguridad estatal; al igual que poner a Víctor Torrero para tratar el tema de los aumentos.
La alegría, la sonrisa, la confianza que Indira Vizcaíno proyecta (¡como no se va a sentir segura si está rodeada de guaruras!), en todos y cada uno de sus actos públicos no corresponden a la realidad que atraviesa nuestro estado que por supuesto estaba mal cuando lo recibió hace casi 9 meses, sin embargo, qué diéramos las y los colimenses para regresar a ese pasado reciente que tanto criticó y al que ahora añoramos.
Y claro, su Gabinete de cuarta se comporta de igual forma, todas y todos sus colaboradores, incluyendo a las y los diputados de Morena y parásitos afines, exhiben la misma soberbia que su jefa, convencidos de que todo está bien en Colima, y lo que está mal es por culpa de los gobiernos anteriores o del neoliberalismo, calcas del discurso gastado y falso del paradigma a seguir por las y los morenistas: el presidente de México.
Fue un acierto de la Gobernadora rectificar su error de incrementar su sueldo y los de sus funcionarios principales, sin embargo, tendrá un alto costo político: primero, al no haber consensuado con el pueblo bueno el aumento desproporcionado; segundo, que recula cuando se equivoca, lo cual podrían sus adversarios considerar como una debilidad; tercero, el más grave de todos, que la mayoría de las y los colimenses le perdieron la confianza, misma que no podrá recuperar durante su mandato.