La investigadora del INAH dictó una videoconferencia como parte del seminario permanente de la Escuela de Filosofía de la Universidad de Colima.
Cómo parte del seminario permanente “Filosofía de la Convivencia” organizado por la Escuela de Filosofía de la Universidad de Colima, Irma López Rasgado, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia impartió la videoconferencia: “Población Afrodescendiente en la Villa de Colima, siglo XVIII”, este fin de semana.
La doctora López Rasgado dijo que se ha investigado poco sobre el tema; “no se ha profundizado en sus manifestaciones sociales, culturales, gastronómicas o religiosas”. Uno de los estudiosos sobre dicho tema, añadió, fue Gonzalo Aguirre Beltrán, “antropólogo que en 1946 conjuntó historia y geografía y que publicó un estudio muy interesante sobre las relaciones interétnicas entre españoles, indígenas y negros”.
La investigadora recordó que en 1992, aquí en Colima, se realizaron congresos nacionales donde se abordó el origen africano en la República Mexicana. A raíz de estos congresos, comentó, se determinó que los africanos eran la tercera raíz más importante en el país.
En lo que respecta a Colima, José Miguel Romero de Solís, investigador emérito de la Casa del Archivo, “nos habla un poco de ellos y cómo llegaron a Colima, cuya población estuvo integrada, desde su fundación, por españoles, africanos y algunos filipinos”.
Romero de Solís, añadió Irma López, “señala en sus estudios la existencia de un padrón de Revillagigedo, del año 1793, de negros y mulatos, así como su procedencia. En aquel entonces los negros formaban la mayor parte de la población, en un 40 por ciento. Llegaban en calidad de esclavos, la mayoría provenientes de Angola”.
Señaló que los esclavos y los indígenas no tenían las mismas ventajas jurídicas, ya que estos últimos no eran considerados personas; “sin embargo, el esclavo en Colima tenía cierta libertad y consideraciones”.
Los oficios de los negros, además de esclavos, eran el de ser pregoneros, intérpretes, maestro de azúcar, maestro de sastre, arrieros, enfermeros y cocineros; “para el siglo XIII tenían ya su capilla y su santo, tenían tierras y casas”.
Ejemplo de ello, mencionó, “es la cofradía de mulatos y pardos, una cofradía mixta que incluía mulatos, españoles e indígenas. Las cofradías eran como una hermandad que formaban con el fin de ayudarse unos a otros. También tenían su iglesia, llamada Dulce nombre de Jesús, ubicado en lo que hoy es el auditorio Miguel de la Madrid (anteriormente conocido como la Central Camionera), donde veneraban a Santa Efigenia.
La investigadora resaltó que el aporte cultural de los mulatos fue muy extenso en comida, danza y la lengua; “aportes como la jamaica, el menudo, la cajeta, juegos infantiles e incluso la creación de los mojigangos utilizados en las fiestas de Villa de Álvarez, son atribuidos a ellos”.
Por último, señaló que los estudios sobre el tema realizados en los años recientes “han servido para visibilizarlos y para rescatar la importancia y el legado cultural que han dejado no sólo en Colima, sino en México, pues hoy en día la población afromexicana es la segunda población más grande del país; sin embrago, algunos aún son discriminados por su color de piel, su pelo o forma de hablar”.