Por César Barrera Vázquez

La revocación de mandato, ¿es un mecanismo que sirve para mejorar las políticas públicas de un gobierno, a partir del aliciente de mantenerse en el cargo? O, por el contrario, ¿funciona sólo para seguir la polarización social y distraer de los verdaderos temas relevantes en nuestra sociedad?

¿Qué nos dice la experiencia inmediata de la pasada revocación en la que participó el presidente? Por un lado, que no entusiasma mucho en nuestra todavía incipiente democracia –pues no obtuvo el porcentaje para ser vinculante–, pero más importante, que realmente no influye en mejorar las políticas públicas ni abona a optimizar las prácticas de gobierno.

Lo anterior porque no hay un nexo causal entre la popularidad de un político y el bienestar de la población, principal objetivo que debe aspirar un gobierno.  Esto se constata con el actual gobierno de López Obrador: en las encuestas la percepción de una mayoría abrumadora es que estamos peor en seguridad y economía, aunque estas mismas personas tienen una opinión favorable y respaldan al presidente.

Así, es totalmente factible que un presidente sea popular, aunque a la población le esté yendo igual de mal o peor que antes. Aquí, en México, ¿creció la inseguridad? Sí, a niveles históricos, sin parangón. ¿Aumentaron los pobres? Sí, de acuerdo a los mismos datos del gobierno y el CONEVAL. ¿Bajó el nivel de ingresos? Totalmente y cada vez alcanza para menos, en especial por esta inflación que no tenía registro desde el 2001.

Entonces, no hay pues una relación causal entre la popularidad del presidente y estar mejor en seguridad y economía, temas prioritarios para la población. De ahí se razona que un gobierno puede dar resultados, generar más empleo, mejorar los niveles de bienestar de la población, pero ser impopular.

También se puede dar el caso de que sea un presidente impopular con, también, malos resultados en su gobierno. O a la inversa: que sea un presidente popular con buenos resultados y que se acreditan, en los hechos, mayor bienestar para la población.

Sin embargo, en todas esas posibilidades, la popularidad es sólo accesoria y no causa de origen ni razón de ser de un mayor bienestar en la población. Es más, al aplicar esta clase de mecanismos de revocación de mandado, incluso hasta podríamos propiciar el caso de autoridades que toman decisiones deliberadamente dañinas para la colectividad, pero que le sirvan para incrementar su popularidad.

Ahí está el riesgo, en mi opinión, de este mecanismo de revocación de mandato, pues el gobernante está pensando no en hacer las cosas correctas, sino en hacer lo que popularmente me puede traer más réditos para mi figura.

Es el caso del padre que consciente a sus hijos, les da todo, los malcría para no contrariarlos, pensando que siendo permisivo se granjeará su amor, cuando la experiencia nos dice que, en la inmensa mayoría de estos casos, terminan formando a unos reverendos patanes.

Vuelvo a remitirme a la experiencia directa: el presidente canaliza miles de millones de pesos en dádivas que no resuelven la pobreza ni mejoran la calidad de vida de las personas, pero que se pueden utilizar como mecanismos de coacción del voto y que son bien vistos por la población, especialmente los sectores más vulnerables.

Le sirven para su popularidad, pero no combaten de manera efectiva la pobreza y esta sigue creciendo, provocando todos los males consabidos de violencia e inseguridad. Igual con el tema del subsidio a la gasolina: han dejado de ingresar al fisco 150 mil millones de pesos, recursos que se podrían utilizar para incentivar la inversión pública, ampliar las plazas médicas, mejorar los servicios de transporte público, etc.

Se pretexta que ayuda a mitigar la inflación, ¿ha servido cuando ésta ronda el 8%, un nivel sin antecedentes en los últimos 20 años? Lo que sí ha sucedido es que los recursos federales, derivados de la captación de este impuesto de gasolina, ya no llegan a los estados, porque el SAT tiene más de cuatro meses sin recaudarlo y todo este dinero se está yendo precisamente a mantener el subsidio.

Y con esto, ¿se beneficia a los más pobres? Claro que no, se beneficia a los que tienen carros, que es un gran porcentaje de la población. Es una medida popular, pero no correcta desde el punto de vista de una buena práctica de gobierno, cuyo interés debe ser colectivo y no sólo de un segmento de la población, por más grande que sea éste. Por eso, no estoy a favor de la revocación de mandato. Lo mejor serían las evaluaciones de las políticas públicas y establecer rutas críticas para alcanzar metas y objetivos.

Dos puntos

La congruencia es el máximo valor en la política, donde las acciones y los hechos valen más que las palabras.