De cara a la fase 3 del brote de Covid-19, las medidas en muchos estados de la República parecen no ser tomadas con la importancia debida por los ciudadanos. Colima es una de esas cinco entidades que destacan entre los estados que menos cumplen con las disposiciones federales.

Así es como hemos pasado de la sorpresa por el brote a la negación y de la negación a la negligencia por parte de los ciudadanos que expresan su descontento ante los encargados de las grandes tiendas que les piden ingresar de una sola persona por familia y cumplir con los lineamientos de desinfección. Incluso, circula en redes sociales el desprecio con el que unos “abogados” se refieren a los guardias de seguridad del edificio del Poder Judicial de la Federación. Dichos sujetos aseguran no ser animales para que les pongan una pistola que “según toma la temperatura”.

El ambiente de incertidumbre comienza a ser más evidente conforme avanzan las semanas de confinamiento a nivel mundial. La sociedad que antes poseía una estabilidad económica, derivada de trabajos en oficinas y dependientes de una quincena segura, comienza a ver cómo poco a poco las empresas van en picada económica y por ende la manera en que se les puede pagar. Por otro lado, las personas que tienen trabajos eventuales e ingresos variables, dependientes de ventas de cambaceo  y comercio informal, están en su punto más crítico debido a la escasez de alimentos.

Los programas de gobierno parecen no ser suficientes para toda la ciudadanía y la preocupación es generalizada: los que tienen y los que no tienen dinero para seguir en pie quieren beneficiarse de las ayudas y demandan más asistencialismo político.

Comparado con el mes pasado, las personas comienzan a notar que esto no es un juego, que el coronavirus es una enfermedad real en nuestro país. Cada uno de los aspectos de nuestra vida diaria ha sido afectado, en especial el ámbito educativo, en el que niños, jóvenes y adolescentes necesitan tomar clases a distancia, desde sus hogares. Sin embargo, no todos tienen al alcance las herramientas tecnológicas necesarias de conectividad y equipo de cómputo para ello. A diferencia de otros países, México carece de un Programa de estudios en casa.

Otro aspecto que también ha sufrido cambios radicales es el comercio. Mientras unas tiendas decidieron cerrar, otras toman medidas más cuidadosas para poder seguir operando. Y aunque algunos cuantos atienden las normas, otros simplemente se molestan al prohibírseles la entrada a familias completas al supermercado, el banco o tiendas como Office Depot. Tenemos que ser conscientes que la situación que estamos viviendo actualmente es algo extraordinaria para nuestra vida y rutina diaria; debemos dejar de lado el orgullo y esa actividad social de reuniones, fiestas y distracciones banales para permanecer en nuestros hogares y evitar que la propagación se dé a una escala mayor, en la que el país, evidentemente, no podrá hacer frente al nivel de contagio.

Ahí viene otro punto en el cual seremos rebasados en su totalidad. Si en países desarrollados o de primer mundo, el sistema íntegro de salud no es suficiente, a estas alturas, para atender la demanda de la ciudadanía, ¿Qué nos hace pensar que México, a sabiendas de una histórica deficiencia en el sistema de salud y abastecimiento de medicamentos, podrá sacar a flote las necesidad derivadas de los contagios que se desatarán en unos cuantos meses?

Los meses más críticos según analista y especialistas en el tema son los próximos 3: mayo, junio y julio, empezando entre el 8 y 11 de mayo, como fecha punta de lanza el Día de las Madres.

Aunque está en nuestros instintos exigir una respuesta inmediata por parte del Gobierno, también debe estarlo el cumplir con las medidas que se nos están estipulando. Uso de cubre bocas en todo espacio público, desinfectarnos las manos y mantener la distancia de una persona a otra.

Pandemia y Coronavirus son sólo dos de las muchas caras que México debe afrontar una vez que los casos positivos comiencen a descender, la más importante de ellas aún está por venir: el desempleo.

¿Qué va pasar con los microempresarios y los trabajos perdidos? Sin necesidad de ser especialista en la materia, tal vez nos enfrentaremos al nivel de desempleo más alto jamás registrado en la historia.

Entre el 13 de marzo y el 6 de abril, la titular de la Secretaría del Trabajo, Luisa María Alcalde, informó que se habían perdido 346 mil 878 empleos, en plena contingencia del Covid-19. El mayor número de despidos se concentra en Quintana Roo, Ciudad de México, Nuevo León, Jalisco y Estado de México, que en conjunto registran 56 % del total de los despidos, es decir, 193 mil.

¡Ojo! Sólo de los empleos que entran en la estadística, es decir, puestos de trabajo afiliados al IMSS. Faltará medir aquellos de la economía informal, carentes de un NSS.

Pareciera que la balanza se inclina y nos está llevando hacia un cambio que va de la economía globalizada a focalizarse en el consumo local. De acuerdo con el presidente de la Anpec, Cuauhtémoc Rivera, el aislamiento social ha propiciado un incremento del 10 % en las primeras dos semanas del mes, en el consumo local. ¿Qué significa esto? La gente está reorientando su consumo a lo esencial, alimentos frescos y dejando de lado aquello considerado como un “antojo”. En pocas palabras, podría tomarse como un escenario de posguerra donde la gente gasta sólo en lo esencial.

¿Qué acciones debe tomar México?

Los líderes mundiales que comienzan a reintegrarse a la vida cotidiana, con temores ante la incertidumbre económica, deben dar una idea al presidente de la República sobre cómo debe afrontar lo que está por venir y tomarlos como un “prueba y error” para que su equipo arme un plan infalible.

El Covid-19 es sin duda la prueba brutal para que México demuestre que tiene la capacidad para diseñar una respuesta coherente ante la crisis que se nos avecina, pedir ayuda y dejar de lado la injustificable idea de que “las necesidades del pueblo no se pueden expresar en inglés por ser un idioma extranjero”.

Si hay países con presidentes carentes de liderazgo y éstos han decidido no apoyar más a la ONU o dejar de lado las medidas prematuramente, México no tiene por qué seguir su ejemplo. Y no sólo se debe evitar una pandemia de un microscópico virus, sino una catástrofe social y económica de países cuyo desarrollo se vuelva un aletazo.

Que no nos sorprenda el sobreendeudamiento y una posible necesidad de cancelar las multimillonarias deudas en las que se verán envueltos muchos países. Y, como mencionaba líneas arriba, el escenario de una posguerra no tiene nada que pedirle al que se atisba con este virus.

Sin duda alguna, es momento de frenar la globalización de los mercados y comenzar a pensar en un nuevo orden mundial, dejando de lado teorías de conspiración y control. Sin duda, el virus ha exacerbado los problemas que nos aquejan desde décadas atrás: políticos, económicos, del sector salud y laboral, sin olvidar claro el odio racial y la división clasista a la que muchos están acostumbrados y ven con normalidad.

Si lo queremos ver de esta manera, México se encuentra en la popa de un barco que se hunde lentamente en un mar llamado pandemia y cuyo fin es inevitable. No esperemos tener el agua al cuello para tomar acciones inmediatas.

 

*Licenciado en Lingüística. Productor de Noticias de ZER Informativo Colima, colaborador de Meridiano Colima, Colima XXI, E1 Debate Colima, El Centinela MX y El Comentario Semanal. Envíame tus comentarios a fernando_castillo@ucol.mx. También puedes consultar mis columnas en www.palabrasprohibidas.com