Rogelio Guedea
“La muerte de Paulina”
No había querido hablar sobre la muerte de Paulina no sólo por la indignación y el dolor que me ha ocasionado su caso, sino también porque yo trabajé cinco años en el Ministerio Público y la verdad es que nadie me va a decir a mí cómo sufren los familiares de las víctimas y cuan importante es, por eso mismo, ser respetuosos de su privacidad, además de que con esto se evita que se violente el debido proceso de estas investigaciones tan delicadas.
Sin embargo, he visto una nota en donde los familiares de Paulina, asesinada hace algunos días y arrojada en un canal, se reunieron con el Fiscal General del Estado, Gabriel Verduzco Rodríguez, para tener de primera mano los pormenores de la
investigación, que ya parece tener avances importantes y cuenta con dos detenidos, y además manifestar su interés de que no se use el nombre de su hija con fines políticos ni de ningún otro tipo, y menos en estos momentos tan difíciles.
Cuando yo empecé a ver aquí y allá que se organizaría una marcha para pedir justicia por el crimen de Paulina, un crimen por demás atroz como he dicho, y también vi que incluso se había pedido la renuncia del fiscal general, quise escribir para pedir precisamente que no se empezara a hacer del dolor de los familiares de Paulina una moneda de cambio política ni un una arma de hostigamiento contra la Fiscalía, pues ésta, hasta donde podía verse, estaba realizando un trabajo eficaz en la búsqueda de los asesinos.
Sin embargo, preferí guardar silencio, como pudo verse, y no es hasta ahora que han aparecido los familiares para pedir públicamente que se respete el dolor que les envuelve que puedo manifestar lo importante que esto así sea.
Los casos como el de Paulina deben indignarnos a todos. Mal haríamos en permanecer indiferentes. Son realmente monstruosos y no admiten ninguna justificación, ni de quienes los cometen ni de las autoridades encargadas de prevenirlos y de castigarlos, pero también vivimos en una sociedad cada vez más proclive a la violencia y tenemos que empezar a tomar medidas mucho más profundas para empezar a cambiar de dirección, entre ellas las que corresponden a nuestras obligaciones como ciudadanos, pues también es violencia realizar cualquier tipo de acto (así sea con buenas intenciones) que acentúe el dolor de los familiares de las víctimas.
Es violencia no respetar el luto ajeno, y mas cuando los familiares de las víctimas lo piden expresamente, lo que nunca querrá decir que dejaremos de estar indignados.
La muerte de Paulina no debe quedar impune, eso sí, y esperemos que pronto la Fiscalía como ya lo anunció en uno de sus comunicados, no dé pormenores de su resolución. Aunque la sociedad ya no cree en nada, esto no quiere decir que, pese a la sociedad misma, todavía exista la verdad y justicia.
En paz descanse Paulina.