Rogelio Guedea 

**El secuestro y asesinato de Mayra Jazmín 

La joven estilista Mayra Jazmín, de 19 años y oriunda de Manzanillo, fue secuestrada y asesinada hace apenas unos cuantos días. El hecho en sí mismo causó indignación no sólo en el municipio porteño sino en toda la entidad, pero la indignación fue aún mayor puesto que quienes la habían secuestrado y asesinado eran policías municipales del propio Manzanillo, dos de los cuales ya han sido detenidos.

El hecho sienta un precedente de terror para la población porque lleva un doble mensaje: tu vida no sólo corre peligro en momentos donde la violencia y particularmente los feminicidios han alcanzado en Colima uno de sus niveles más altos y preocupantes, sino, sobre todo, porque esto te lo pueden causar quienes se supone que están obligados a protegerte de ello: la propia autoridad policial.

¿De quién cuidarse entonces? No siendo suficiente lo anterior, la presidenta morenista de Manzanillo, Griselda Martínez, quien no ha mucho sufrió un atentado, apenas enterada del hecho y de los reclamos de haber permanecido callada sobre este terrible acontecimiento, ofreció por fin un comunicado en el que prácticamente se eximió de toda responsabilidad de lo sucedido con el pueril argumento de que ella no era la encargada de realizar los exámenes de confianza para reclutar a su policía, con lo cual básicamente no sólo pasó a desentenderse de  la violencia pasada y presente de su municipio, sino que se blindó de todos los hechos delictivos por venir bajo el mismo principio.

La propia presidenta olvidó que apenas a finales del año pasado, durante la ceremonia del Día del Policía,  se había jactado de contar con la mejor policía de todo el Estado. Dijo textualmente lo siguiente: “Les reconocemos como autoridades y la gente afuera como sociedad, el trabajo que como policías realizan, quiero decirles que me siento profundamente orgullosa de ustedes por los resultados que hemos tenido. Cuando llegamos a la administración encontramos una Dirección de Seguridad a la que le hacía falta todo, nos aplicamos junto con ustedes y hemos reducido los índices de robos y de violencia; en cada reunión de seguridad hemos podido decir que la policía de Manzanillo sí está trabajando, se está esforzando por hacer mejor las cosas. Quiero felicitarlos este día y puedo decirles que hoy por hoy, están calificados como la mejor policía del Estado de Colima”.

Por lo visto, cuando la policía actúa bien se debe a ella y cuando la policía actúa mal es culpa de los secretarios de gobierno que ha tenido Colima y de quien más resulte responsable, pero de ella no. La presidenta de Manzanillo debe saber que cuando una persona muere en tales circunstancias lo peor que se puede hacer es pretender limpiarse las manos y buscar culpables, en lugar de atender con acciones contundentes los hechos y ver por el bienestar de los familiares de las víctimas, que padecen un dolor profundo, y de toda la población en general, que queda vulnerable ante estos hechos.

Es muy reprochable que, en cambio, en un tono jactancioso y hasta pendenciero (porque ese fue el tono de su comunicado), se exima prácticamente de toda responsabilidad, olvidando que cuando ella sufrió el atentado el trato que recibió de la policía federal y la guardia nacional fue de protección inmediata a su integridad, que es lo menos que se espera de las autoridades encargadas de garantizar la paz y el bienestar de la población.