Héctor Sánchez de la Madrid

Hay una campaña en redes sociales para denostar al PRI equiparándolo con Morena, la intención aviesa conlleva el propósito de supuestamente denigrar al partido en el poder, sin embargo, en realidad tiene el objetivo de pegarle al abanderamiento tricolor comparándolo en todo lo malo, que es mucho, que ha hecho y está haciendo el instituto partidario del color guinda.

La finalidad de esta embestida es echarle la culpa al PRI de todo lo negativo que tiene Morena, sobre todo porque el presidente Andrés Manuel López Obrador y la mayoría de las principales figuras de ese partido emanaron del tricolor, así como muchas de las prácticas morenistas que, en efecto, tienen el sello priista, pero de ahí a confundir un partido con el otro, tampoco, hay entre ellos un océano de diferencia.

El interés de quienes elaboran y difunden los escritos, memes y videos en los que afirman que PRI y Morena son lo mismo, es para evitar la alianza de los partidos que integran Va por México, PAN, PRD y PRI (MC incluido), hoy en receso, o al menos dividir a sus prosélitos, rumbo a las elecciones del próximo año en Estado de México y Coahuila, al igual que de los comicios presidenciales que se llevarán a cabo en 2024.

Hay la creencia equivocada de que las políticas que llevaron los tricolores en los regímenes federales, estatales y municipales fueron acuñadas por ellos mismos, lo cual es mentira, ya que la mayoría de procedimientos que emplearon y siguen usando pertenecen a la política universal, preceptos creados por los filósofos de la Grecia antigua hace más de 2000 años, tres siglos antes de que naciera Jesús el Nazareno.

La verdad es que durante la hegemonía de los 71 años que los priistas ocuparon la presidencia de la República se fundaron las instituciones públicas que le dieron forma, sentido y dirección a la nación. Los priistas paulatinamente fueron soltando el poder, diría usted que presionados por la sociedad civil, y yo le contestaría que así fue, sin embargo, lo hicieron, y ningún Presidente intentó continuar su mandato.

Después de las elecciones presidenciales de 1988, el mandatario Carlos Salinas de Gortari, cuestionado históricamente por el manejo de los comicios organizados por el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz (hoy director de la CFE y protegido de López Obrador), creó el Instituto Federal Electoral que en 2000 validó el triunfo del panista Vicente Fox Quesada y la derrota del priista Francisco Labastida Ochoa.

Ningún presidente de México proveniente de las filas priistas insinuó siquiera la posibilidad de extender su periodo, como en varias ocasiones lo ha cacareado el mandatario tabasqueño, menos atentado contra la máxima autoridad electoral, como pudieron hacerlo Ernesto Zedillo y Enrique Peña; tampoco los titulares del Poder Ejecutivo pertenecientes al PAN, Vicente Fox y Felipe Calderón, buscaron perpetuarse y atacaron al IFE.

Hace muchos años, varios lustros, algunas décadas, reconocí en una de mis columnas que los presidentes de la República emanados del PRI, sobre todo desde Lázaro Cárdenas hasta Carlos Salinas, que a pesar de tener en sus manos los tres Poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, además de las gubernaturas y los Congresos estatales, ninguno de ellos pretendió instaurar una dictadura como ahora lo estamos percibiendo.

Por eso afirmo hoy que PRI y Morena no son iguales, que el primero siempre buscó la negociación con las distintas fuerzas políticas, incluso, les dio un poder que aún no tenían cuando crearon las representaciones plurinominales en la Cámara de Diputados y el Senado, así como en los Congresos de los estados, en cambio Morena amenaza, chantajea o compra los votos opositores que le hacen falta para lograr su cometido.

Que no le digan, que no le cuenten que el tricolor y el guinda son lo mismo. Nunca dejaré de criticar los enriquecimientos ilícitos y los excesos cometidos por priistas distinguidos en los ámbitos federal, estatal y municipal, sin embargo, los morenistas no se cansan denostando a sus ancestros y antecesores partidistas de corruptos y arbitrarios, cuando ellas y ellos hacen exactamente lo mismo pero a cielo abierto y a la vista de todas y todos.

Una diferencia más entre PRI y Morena es el Instituto Nacional Electoral, creado en la era priista, que lo quiere debilitar el presidente López Obrador para asumir el mando total y absoluto de los comicios en el país, específicamente de la elección presidencial de 2024. Para lograrlo necesita el voto de las dos terceras partes de los diputados federales y los senadores, si los consigue se instauraría una dictadura, con todo lo negativo y retardatario que significa, principalmente la pérdida de la democracia y la libertad de expresión de las ideas. De tal tamaño es el peligro que tenemos las y los mexicanos en este mes de noviembre.