Tiempo fuera
Por Héctor Sánchez de la Madrid
¿Quién ordenó
matar a Colosio?
Primera de dos partes
A principios de febrero de 1994, hace poco más de 30 años, estando en el Hospital Ángel Leaño de la ciudad de Guadalajara, mi esposa Patricia y yo acompañando a mi hermana Adriana para que recibiera una sesión de quimioterapia por un padecimiento de cáncer de mama, recibí una llamada por celular de mi compadre Alfredo de la Rosa Chávez, secretario del Comité Directivo del Distrito Federal del PRI, para decirme que el candidato presidencial de su partido, Luis Donaldo Colosio Murrieta, visitaría la ciudad de Colima y que la dirigencia nacional del instituto tricolor había decidido solicitar una entrevista a Diario de Colima para él, sin embargo, el delegado del Comité Ejecutivo Nacional priista en nuestro estado, Jesús Medellín Muñoz, había informado a la cúpula partidaria que yo no lo recibiría en las instalaciones del periódico.
Le contesté a Alfredo que Jesús estaba loco, cómo le iba a cerrar las puertas del medio de comunicación de mi propiedad y del cual era el director general al abanderado tricolor que tenía muchas probabilidades de obtener la presidencia de la República, además de que por primera vez un postulante presidencial priista visitaría a un periódico en Colima. Algunos detractores míos le habían calentado la cabeza a Medellín con ese disparate, quizás basados en que durante la contienda por la candidatura tricolor yo había apoyado al regente del D.F., Manuel Camacho Solís, al igual que De la Rosa Chávez, lo cual para entonces era tiempo pasado. Me pidió permiso para compartirle el número de mi celular al presidente nacional del PRI, Fernando Ortiz Arana, para que me llamara, a lo cual accedí.
Ortiz Arana se comunicó conmigo de inmediato, me pidió la entrevista para Colosio Murrieta y la acepté. Me informó que al día siguiente se comunicaría conmigo Liébano Sáenz Ortiz, secretario de Información y Propaganda de la campaña presidencial. Liébano es familiar de Alfredo, de raíces chihuahuenses, su papá era originario de ese estado fronterizo, lo cual comentamos en la primera y única comunicación telefónica que sostuvimos; me informó que un propio, olvidé su nombre, me visitaría un día después. Así lo hizo, platicamos sobre los detalles de la visita del candidato, le comenté que lo recibiría en la entrada al periódico y lo conduciría hasta mi oficina en el segundo piso, le dije cuántas personas y quiénes estarían en la entrevista. Al otro día se presentó conmigo un oficial del Estado Mayor Presidencial para conocer el itinerario y me pidió si podía apostar elementos de seguridad en la entrada y la azotea del edificio, contestándole que sí y le agradecí que lo hiciera.
El 10 de febrero de 1994, día en el que Luis Donaldo cumplía 44 años (yo había llegado a esa edad 30 días antes), a las 11.00 horas me llamó el enviado de Liébano para decirme que la hora que habíamos acordado, 13.30, se había adelantado precisamente porque Luis Donaldo quería regresar al Distrito Federal para festejar su cumpleaños con su familia, que llegaría al periódico en 20 minutos. Terminé de arreglar mi oficina, los sillones donde nos sentaríamos, les di las últimas instrucciones al reportero y al fotógrafo y salí a la calle con mi hija Paty para recibir al candidato presidencial.
Al salir del Diario estaban afuera alrededor de 15 personas esperando a que llegara Colosio Murrieta (no tengo idea de cómo se enteraron), quien llegó manejando (con la camisa arremangada, como acostumbraba) una camioneta pequeña, Trail Blazer, acompañado de Ramiro Pineda, jefe de prensa de la campaña del candidato; Librado Silva García, presidente del CDE colimense; Rigoberto Salazar Velasco, diputado federal; y Jesús Medellín, delegado del CEN en Colima. Se estacionó frente a la entrada del periódico, bajó de la camioneta, nos saludó de mano a Paty y a mi, así como a las para entonces 20 ó 25 personas que lo rodeaban y le platicaban cualquier cosa.
Subimos los tres a la segunda planta, el político sonorense nacido en Magdalena de Quino, se siguió de frente, hasta la sala de redacción, donde lo entrevistó el reportero de deportes, en lugar de doblar a la izquierda para ingresar a la oficina de mi secretaria y enseguida a la Dirección General. Regresamos y entramos a mi despacho Luis Donaldo, Paty y yo, acompañados del reportero y el fotógrafo para efectuar la primera entrevista que se hiciera en Colima a un candidato presidencial del PRI.
Al terminar el ameno e interesante diálogo, que duraría alrededor de 60 minutos, salimos los tres de mi oficina, nos despedimos en la banqueta, se subió a su vehículo con sus cuatro acompañantes y se dirigió al hoy desaparecido Hotel Villa del Rey donde sostendría una charla con los directores de los medios de prensa, radio y televisión.
Nunca se presentaron en el Diario los prometidos elementos de seguridad del Estado Mayor Presidencial; al marcharse del periódico el candidato presidencial carecía de escolta, yo me fui detrás de él en mi automóvil, me fijé que nadie lo protegía. 41 días después, Luis Donaldo era acribillado en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California, por un hombre común, con trastornos mentales, Mario Aburto Martínez, y falleciera 1 hora y 33 minutos después.
Antes, durante y después de la visita mencionada no pensé que podría suceder el magnicidio, pero después del lamentable acontecimiento, consideré que Colosio Murrieta no midió la importancia del papel que protagonizaba como candidato presidencial ni los grandes intereses que afectaba con su crítica al sistema implantado desde 1929, se sintió presidente de la República antes de serlo, también desestimó la seguridad del Estado Mayor Presidencial que debía protegerlo y que él no quería ni aceptaba.
El general Domiro García Reyes, diplomado del EMP, encargado de la seguridad del entonces candidato presidencial, no podía cumplir con su trabajo por las contraórdenes que recibía del postulante mismo. Pasará a la historia como culpable de la falla de protección del magnicidio, cuando la verdad es que el malogrado político sonorense no se dejaba cuidar.
Continuará el miércoles 20 de marzo.