Subestimando a la pandemia

 

Raúl Merced Lares

 

Tiene razón la secretaria de Salud, Leticia Guadalupe Delgado Carrillo, al señalar que el incremento de casos del Covid-19 en el estado se da porque en la población se ha presentado un relajamiento de las medidas sanitarias por la percepción que tienen del avance de la enfermedad, de tal manera que la gente cree erróneamente que está por concluir la contingencia.

Colima es considerado uno de los estados en donde más se ha relajado el aislamiento social, lo cual se pudiera estar dando porque la gente piensa que el riesgo de contagio es menor debido a que son pocos los casos en comparación con las demás entidades del país; de hecho, es la entidad con menos casos, aunque con una letalidad muy alta y por encima del promedio nacional. Por esto, se ha podido apreciar en diversos momentos a bastante gente en las calles, sobre todo en sitios comerciales y de servicios, en movilidad que sin embargo se ha incrementado recientemente.

Se puede pensar que este relajamiento es porque la gente ya está enfadada y desesperada, lo cual es cierto en buena parte. Sin embargo, lo que más ha pesado en el ánimo de las personas han sido los mensajes subliminales e irresponsables que han enviado públicamente el presidente López Obrador, el subsecretario López-Gatell y hasta la esposa del mandatario federal en el sentido de que la pandemia en México está controlada y el riesgo está disminuyendo

Este capítulo negativo de la pandemia en el país comenzó en abril pasado, cuando el presidente declaró que ya se había domado a la pandemia y luego el subsecretario de Salud dijo que ya se había aplanado el coronavirus. El presidente volvió a la carga en los primeros días de este mes diciendo que  ya se veía la luz al final del túnel, y cuando se esperaba que esto pararía porque ya se estaba registrando el ascenso rápido de casos y defunciones, apareció la semana pasada la esposa del presidente en twitter e hizo suya la joyita de su marido, reafirmando que también ella ya veía la luz al final del tunel.

Lo que dice un presidente o la esposa del mandatario es, por lo general, de interés nacional y tiene un peso enorme sobre el sentir público. Pero en este caso, en su afán por decretar pronto el fin de la emergencia sanitaria para dar paso a la reanudación de las actividades, tales expresiones han causado que la gente interprete equivocadamente que el peligro del coronavirus ya está pasando y, por tanto, podrían empezar a salir otra vez a la calle. Esto se hizo más evidente el pasado lunes, fecha que decretó el presidente como el inicio del regreso a la “nueva normalidad”, pese a los duros datos del Covid-19 y a que no se ha presentado el pico de la pandemia ni se sabe, por tanto, cuándo empezará a disminuir el coronavirus.

El presidente y el subsecretario de Salud se dieron cuenta de su falla, pues al observar el abandono del aislamiento social desde el pasado fin de semana, se apresuraron a insistir en que no ha pasado el riesgo y que se deben extremar las medidas sanitarias. Lamentablemente, pareciera que esta movilidad es irreversible, pues en estos días se ha podido observar que cada vez sale más gente a las calles o se reúnen haciendo aglomeraciones que se convierten en focos de infección del coronavirus.

Por esta movilidad de la gente, existe el fundado temor oficial federal y de la Ciudad de México, principalmente, de que la pandemia se prolongue más allá de junio, pues el pico no aparece como se había pronosticado hasta en dos ocasiones por el subsecretario de Salud, quien primero dijo que el máximo de casos aparecería a mediados de mayo y después rectificó que sería alrededor del 21 de este mes. No ha sucedido ni una cosa ni otra.

Por todo ello, se esperaría que el gobierno federal rectifique y ajuste las fechas de su plan de regreso a la “nueva normalidad”, empezando con una campaña masiva sobre el alto riesgo de contagio y la necesidad de regresar al confinamiento por unas semanas más, acompañado tal vez con acciones coercitivas hacia la planta productiva y la actividad económica no esencial, pues sobra recordar que primero es la vida.

Ayudaría también que el presidente dejara esos desplantes optimistas y triunfalistas sobre la pandemia, pues sólo producen efectos negativos en el comportamiento de la población.

 

REPESCA

 

CON EL reportaje que se publicó en la Gaceta Deportiva de Ecos de la Costa “Colima, campeón nacional de futbol infantil 1974”, mi compadre Cacho, Bernardo Celis Vargas, me hizo recordar mis primeros años en el futbol organizado de Colima. Y es que por esos años, entre 1972 y 1974, jugaba en el España en la categoría de primera infantil y fui llamado a una preselección estatal de futbol, pero mis aspiraciones para quedarme en la selección se esfumaron cuando en un interescuadras en una jugada fuerte de mi parte como defensor casi lesioné ni más ni menos que a la estrella de la selección, el delantero Briceño –ahora sé que se llama Guillermo, gracias a este reportaje que también me hizo recordar con mucho agrado que llegué a estar bajo las instrucciones de uno de los mejores entrenadores del futbol amateur, Pancho Leal-. Después de este incidente ya no fui llamado a esta etapa de observación para esta selección. Sin embargo, seguimos jugando en el España en juvenil, primera fuerza y hasta ascender con el equipo a la primera división amateur, creo que en 1984, pero sin golpear o lesionar a nadie (al contrario, me fracturé en 1981 la tibia en la cancha dura del entonces Universitario cuando jugaba en el equipo de la Universidad de Colima al que fui invitado por su entrenador Rafael, creo, para un partido amistoso). Grandes recuerdos (ojalá que se vuelva a presentar otra oportunidad para recordar la temporada exitosa que tuve como entrenador del Deportivo Militar en la liga de futbol de veteranos de Colima en 1984 ó 1985, temporada en la que concluimos en tercer sitio derrotando 1-0 al SNTE, pero pudimos llegar al menos a la gran final si no hubiéramos sufrido una de las “chuecuras” que se daban o se pueden seguir dando aún en el futbol amateur.