Por César Barrera Vázquez
Hablo con conocimiento de causa: mi padre se fue a trabajar ilegalmente a Estados Unidos cuando yo tenía ocho años. Regresó 20 años después, como paciente terminal de cáncer, para morir en Colima, en la última cama de cancerología. En ese lapso de tiempo que trabajó en Estados Unidos, de 1996 al 2018, mi padre siempre mandó dinero a mi mamá, lo que AMLO aplaude como remesas y romantiza con un discurso propagandístico.
¿Por qué lo hace? Porque el fracaso del gobierno en combatir la pobreza y la violencia se demuestra en que cada vez son más las y los mexicanos que arriesgan su vida para migrar a Estados Unidos. Se acredita, también, en que cada vez son más los miles de millones de dólares enviados para paliar las necesidades, producto de este empobrecimiento.
Por eso, para AMLO es de vital importancia romantizar este discurso y posicionar la idea de heroísmo, lealtad y gran valentía de nuestros paisanos, lo cual es cierto, pero no desde el discurso del presidente, quien oculta el fracaso de su gobierno, y también el de los anteriores, para generar mejores condiciones de bienestar y posibilidades de empleo.
Ciertamente, los que se van a Estados Unidos lo hacen no por ensalzar los propósitos románticos del discurso presidencial, sino porque en México no hay oportunidades de empleo para garantizar los mínimos satisfactores de bienestar que aspira una familia.
Así, el presidente enciende su discurso y lo enmarca en este romanticismo ramplón, porque quiere desviar la atención de las causas verdaderas por las que se da la desintegración familiar, la separación de padres e hijos, esposas y esposos, quienes buscan sólo dar una mejor vida a sus seres queridos, así como quienes son también desplazados por la violencia delincuencial imperante en nuestro país.
Y si llegan más remezas no es porque a nuestros paisanos les sobre el dinero y apoyen a este régimen de López Obrador –como no lo hicieron con Fox, Calderón y Peña–, sino porque su familia lo requiere con mayor necesidad: cada dólar que envían es un dinero menos que ellos tienen allá, es una privación más, a lo mejor horas de hambre o privación de sueño para seguir trabajando y poder mantener el flujo de envíos constante. Eso no lo dice el presidente ni lo va a decir, porque lo desconoce o si lo sabe no le conviene decirlo.
A mí nadie me lo tiene que platicar: uno de los regalos más grandes que me dio mi padre fue la oportunidad de ver cómo trabajaba, de una de la madrugada a las once del día, cargando cajas. Trabajar con él en las bodegas de Chicago me enseñó a valorar lo que nos mandaba, y me dio una perspectiva de la vida que pocas personas pueden tener.
¿Por qué si mandan más dinero nuestros migrantes a México, incluso ya más que lo ingresado por el petróleo, no implementan su gobierno –que tanto los ensalza en el discurso– un programa para beneficiarlos directamente a ellos y a sus familias? De entrada, lo ideal sería que el gobierno dejara de ver los apoyos sociales como dádivas electorales y aplicara una verdadera política pública para combatir la pobreza. No lo hace y por eso la pobreza ha crecido en millones, al tiempo que Morena gana elecciones.
De ahí que el presidente quiera tapar esta realidad con un discurso romántico, aprovechándose del respeto y cariño que despiertan, en la inmensa mayoría de mexicanos, nuestros paisanos que trabajan para ayudar a sus familias. Demuestra, así, su baja calidad moral de utilizarlos en el discurso, pero sin apoyarlos realmente con acciones directas en su beneficio.
Si México realmente está mejor, ¿por qué cada vez más mexicanos y mexicanos huyen hacia Estados Unidos para buscar una mejor vida? Si la economía está mejor para las familias y alcanza con los empleos generados por el régimen obradorista y los apoyos sociales, ¿por qué envían más dinero nuestros paisanos a sus familias?
Otra vez es la realidad la que desmiente los discursos románticos y triunfalistas del presidente. Y por más que se empecine a negar esta realidad, siempre se le estrella en la cara a López Obrador. Ya sea con su aeropuerto que no tiene vuelos, su refinería que no refina gasolina, y ahora el drama de la remezas y la migración, cuyos efectos son el corolario de este fracaso en combatir la violencia y la pobreza en México.
Dos puntos
Martín Flores dijo que no competiría de nueva cuenta por la dirigencia del sindicato de trabajadores al servicio del gobierno del estado si y solamente si no estaban en riesgo los derechos de sus agremiados. Así lo expuso en diversas entrevistas. Ahora bien, si no tiene el respaldo de su base Martín se va, así de fácil. Aquí en esta columna, en el 2015, dijimos que era un cadáver político, ¿lo será ahora? Todo dependerá del resultado de esta elección de agosto.