En solfa
Por Héctor Sánchez de la Madrid
Ser hijo del mejor periodista que ha dado Colima, Don Manuel Sánchez Silva, me permitió desde niño escuchar a las y los políticos, de moda en aquel tiempo, hablar de política. Ya adulto, traté y entrevisté a innumerables personas dedicadas a la política, algunas de talla nacional e internacional, por eso soy experto en esa materia y tengo autoridad para decirles lo siguiente:
Héctor Sánchez de la Madrid
Quien conoce de política sabía que cuando la senadora Xóchitl Gálvez Ruiz se registró como aspirante a la candidatura presidencial del Frente Amplio por México (con otro nombre porque el presidente Andrés Manuel López Obrador adelantó los tiempos electorales para distraernos mientras él hacía lo que quería), la iba a obtener. Hasta el macuspense lo percibió.
Por eso trató de descalificarla en cuanto la singular política hidalguense cambió sus aspiraciones de buscar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México por la postulación de la coalición opositora a la presidencia de la República, precisamente por haberle cerrado las puertas laterales de Palacio Nacional ante el llamado de la activista indigenista para que las abriera en cumplimiento de una orden judicial y la dejara responder a un infundio.
El cada vez más solitario de Palacio Nacional, señaló en una insoportable mañanera que Xóchitl había votado en contra de las prestaciones sociales, falsedad por la que ella exigió su derecho de réplica, el cual le fue negado, teniendo que acudir a la justicia federal mediante un amparo para que pudiera aclarar la mentira del presidente López Obrador. La protección de un juez federal le fue concedida, pero como siempre, él tenía otros datos.
Sin quererlo, obviamente, Andrés Manuel había creado un fenómeno político inédito en nuestro país, había dado a luz a la aspirante más fuerte y combativa para sucederlo el 1 de octubre de 2024 en la presidencia de la República. Gálvez, inteligente y sagaz, se dio cuenta que tenía la capacidad y el capital político suficientes para contender, con amplias posibilidades de ganar, por el máximo cargo público de la nación y cambió de giro.
López Obrador comenzó la cantaleta de siempre que ya es usual cuando se equivoca o se asusta, acusándola de que era la candidata de la oligarquía y de la mafia del poder, para que después de registrarse como aspirante presidencial en el FAM anunciara, con su voz destemplada y acento mocho, que el proceso estaba arreglado, que Xóchitl sería impuesta para representar a la alianza de partidos de oposición, que los dados estaban cargados.
Nada más falso que la versión desesperada del político de Tepetitán, cada vez más desquiciado y espantado ante la gran posibilidad de que el 2 de junio de 2024 pierda su corcholata, escogida hoy miércoles por él mismo para ocupar su puesto y seguir mandando desde “La Chingada” (su rancho en Palenque, Chiapas), aunque podría ser del mismo infierno que al parecer hacía allá se dirige o lo mandará la candidata más natural, espontánea, limpia y honesta que hemos tenido.
Gálvez ganó porque a partir del 12 de junio que el presidente le cerró las puertas de Palacio Nacional, su puntada de llegar en bicicleta al impresionante edificio, su arrojo de tocar el portón con su sonrisa abierta y de retirarse alegre, como siempre es ella, cautivó a los televidentes y cibernautas que terminaron de convencerse al verla y escucharla en un video que hizo con la reseña de lo sucedido, desde el Zócalo y con Palacio Nacional al fondo.
Xóchitl, sin partido político, le ganó limpiamente a Beatriz Paredes Rangel apoyada por el PRI (Santiago Creel Miranda, ayudado por el PAN, había declinado por Gálvez, y a Enrique de la Madrid Cordero, que era mucho mejor aspirante, le escamotearon votos para que no avanzara), gracias al respaldo popular que despertó y no al partidista que no tuvo. No hay nominación más honesta y clara que la de Gálvez, nada que ver con la cargada descarada que Claudia Sheinbaum recibió de su tutor y jefe de campaña, el presidente López Obrador.
La salida de Beatriz del proceso fue atropellada debido a que la política tlaxcalteca no quiso retirarse de la contienda porque había prometido que no declinaría, sin embargo, surgieron versiones de que los morenistas reventarían el proceso electoral del FAM, por lo que el presidente del PRI, Alito Moreno Cárdenas, consideró conveniente que Paredes reconociera que los resultados de las encuestas no la favorecían, pero exigió que él lo anunciara y después ella lo aceptaría.
En tres meses escasos cambió el panorama político en el país respecto a los comicios presidenciales del 24, con el solo hecho de haberle cerrado el presidente las puertas de Palacio Nacional a Xóchitl Gálvez, ese día surgió la némesis de López Obrador, de Morena y la 4T. La mexicana de origen humilde, estudió a duras penas y se esforzó para triunfar como empresaria y lo logró hasta obtener reconocimientos nacionales e internacionales, para luego ser llamada al gabinete ampliado por el presidente Vicente Fox y tener éxito.
Desde que entré al periodismo, hace más de 47 años, nunca había conocido a una política como Xóchitl. Me encanta su forma sencilla y directa de expresarse, de analizar y criticar sin mala fe los problemas, de argumentar y proponer soluciones igualmente fáciles y alcanzables. La naturalidad y la calidez de la virtual candidata del FAM a la presidencia de la República, es una característica de los seres que tienen inteligencias y sentimientos superiores. Me dolería enterarme de algún antecedente grave de su vida personal o pública. De no suceder así, llevémosla a la presidencia de la República y ya en Palacio Nacional no la idolatremos, no caigamos en el mismo error que muchos cometieron con los presidentes de México, sobre todo con el actual al que convirtieron en un aprendiz avanzado de dictador, en un autócrata que no respeta la Constitución y el estado de Derecho, que no entiende que en una democracia conviven todas las clases sociales, todas las ideologías y que la aspiración humana a mejorar en todos los aspectos es una meta positiva que mujeres y hombres podemos y debemos buscar para vivir mejor y hacer de México una nación segura, próspera, justa, igualitaria y equitativa.
Su lema de gobierno debería ser su frase que ya conocemos y asusta a los populistas conservadores como Andrés Manuel y sus huestes: “Ni huevones, ni rateros, ni pendejos”.